domingo, 13 de enero de 2013

Ni te preparan para la vida ni la muerte.

Que soy un aprendiz de la vida, cada día lo tengo  más claro, igual que tengo claro que no nos preparan ni para la vida ni para la muerte. 

Cuando eres padre no estás preparado para esa nueva vida de la que eres responsable, que depende de ti  y que viene al mundo completamente indefenso, da igual los libros que hayas leído,  lo que sepas de psicología o los cursos a los que hayas podido asistir. Uno nunca está suficientemente preparado para ello.


Realmente cuando eres padre entiendes el significado del refrán "Cuando seas padre, comerás huevos". 

Cuando eres padre, no entiendes nada, y aunque buscas el manual de instrucciones se debió perder en algún momento de esas primeras horas del recién nacido, algo que por alguna extraña razón les ha ocurrido ha todos los padres que conozco.  



Sin embargo y a pesar de los pesares y de no saber que o como hacer,  la vida sabe como abrirse paso, y  la sonrisa de tu bebé hace que aunque haya estado llorando 12 horas seguidas, o más, (para los que dudan, les diré que es posible) hace que uno alcance el cielo cuando un ser indefenso que depende para todo de ti es capaz de mirarte y esbozar una sonrisa, eso sencillamente logra  que te olvides de todo, sencillamente es indescriptible, y es algo que solo lo pueden entender madres y padres. 




Pues bien, si no nos preparan para la vida hasta que la vives, tampoco nos preparan para la muerte. 

La muerte, que más allá de todo credo, religión, o creencia, es simplemente el fin de un proceso vital que para unas personas termina, y para otras continua de otra manera. Para esa transición ocurre igual, no tenemos manual de instrucciones, y aunque podemos leer, instruirnos  y prepararnos según las creencias de cada cual, hasta que no ocurre, no sabes cómo es, no eres capaz de destilar ni definir ese dolor que puede partirte el pecho y resquebrajar el corazón.

No sabes cómo enfrentarte a un hecho como la muerte hasta que paradójicamente "la vives", un hecho  que te deja casi tan perplejo e indefenso como un bebé durante momentos, días e incluso años en algunos casos. Con la salvedad que siendo adultos podemos hacer muchas cosas, tenemos recursos, y podemos buscar ayuda, algo que no podemos hacer siendo un bebé.


 En cualquier caso, y con 42 años no me cabe ninguna duda que cada día se aprende algo nuevo, una emoción, una experiencia, una vivencia. La experiencia de ser padre ya la conocía, la de la muerte la acabo de conocer.

Saludos cordiales




José Miguel Gil

Coach Profesional
Psicología en la Empresa 
Gerente de  COANCO 
Presidente de  ASESCO Asociación Española de Coaching
                                                                 

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